martes, 3 de mayo de 2011

El arte budista y hinduista.


El interior de un templo budista, situado en una bulliciosa calle de Chinatown, proporciona uno de los muchos contrastes culturales que ofrece Singapur. , en el interior la gente se mueve casi al ralentí. Los templos de Sin Chor Kung o Thian Hock Keng son buena muestra de ello. En sólo unos metros se pasa de la vida moderna y ajetreada de una gran ciudad a la ancestral tradición asiática del culto a Buda. La mayoría de la población de mediana y avanzada edad hace lo posible por mantener unas tradiciones en declive. Entre ellas, la religión.

Al igual que ocurre en Occidente, ésta sufre una crisis propiciada en parte por la cultura del consumismo y del individualismo. Así, Singapur se encuentra entre tradición y modernidad, entre el culto a Buda y el culto al dinero. «Cada vez nos parecemos más a los estadounidenses», comenta indignado un budista. «Parece que las personas sólo valen lo que poseen. La juventud sólo se mueve por dinero».

Con sus pros y sus contras, lo cierto es que Singapur es un destino «apto para todos los públicos». Las atracciones turísticas de la isla satisfacen los paladares más exigentes y diversos. Desde los niños, que pueden disfrutar del parque de atracciones de la isla de Sentosa y del maravilloso Night safari, un recorrido nocturno por el zoológico, hasta el de la tercera edad, a la que se le brinda la oportunidad de visitar un destino exótico con todas las comodidades.


La fisonomía de Singapur encierra también la esencia de otras regiones y culturas. Recorrer las avenidas flanqueadas por altísimos rascacielos del distrito financiero nos transporta a Manhattan, a la vez que las estrechas calles de Chinatown nos envuelven en una atmósfera exótica, los establecimientos de Arab Street nos transportan al mundo islámico, y los recargados templos hindúes nos recuerdan al sur del subcontinente indio.

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